Opinión

La Vía Dolorosa de los cristianos palestinos en Semana Santa

Columna de opinión de la Embajadora del Estado de Palestina en Chile, Vera Baboun

La Vía Dolorosa de los cristianos palestinos en Semana Santa

16 abril 2025 – El Ciudadano

La Vía Dolorosa ha dejado de ser solo un sendero espiritual: la recorren en espíritu cada día, bajo un régimen que restringe su movilidad, silencia sus oraciones y les niega el acceso a sus lugares más sagrados.

La negación del derecho al culto a los cristianos palestinos de Cisjordania no es solo una violación de los derechos humanos, sino una forma deliberada de violencia política. Esta realidad se manifiesta con mayor crudeza en Jerusalén, donde las autoridades de ocupación israelíes siguen imponiendo un sistema de exclusión dirigido contra los cristianos palestinos.

El acceso a Jerusalén para las celebraciones del Domingo de Ramos de 2025 fue severamente restringido para los cristianos palestinos de Cisjordania. El Domingo de Ramos de abril de 2025 representó otro capítulo más en el proceso continuo de desposesión espiritual de los cristianos palestinos. El padre Ibrahim Faltas, vicario de la Custodia de Tierra Santa, confirmó que la Administración Civil israelí otorgó únicamente 6.000 permisos a cristianos de Cisjordania, negando así a la gran mayoría el acceso a la Jerusalén Este ocupada y a la Ciudad Vieja, así como su derecho a participar en las próximas celebraciones del Sábado Santo en la Iglesia del Santo Sepulcro. A pesar de la escasa cantidad de permisos concedidos, incluso estos resultaron inútiles cuando las autoridades israelíes bloquearon todos los autobuses que transportaban a fieles cristianos provenientes de Belén, Jericó y Ramallah, incluidos feligreses y grupos scouts que han participado tradicionalmente en las procesiones de Semana Santa como parte fundamental de su identidad espiritual.

Para los cristianos palestinos, el Domingo de Ramos no es solo un rito religioso, sino una afirmación poderosa de presencia, pertenencia y continuidad. Sin embargo, en lugar de recorrer el camino sagrado de la entrada de Jesús a Jerusalén, los cristianos palestinos se encontraron con muros de concreto, puestos militares y soldados armados. Este patrón de exclusión se repite a lo largo de toda la Semana Santa, un período que posee un profundo significado espiritual para los cristianos palestinos. En Viernes Santo y Sábado Santo, miles anhelan ingresar a la Ciudad Vieja, recorrer la Vía Dolorosa y orar dentro del Santo Sepulcro, no solo en conmemoración del sufrimiento de Cristo, sino como acto de fe y resistencia frente a la ocupación que padecen a diario. La Vía Dolorosa ha dejado de ser solo un sendero espiritual: la recorren en espíritu cada día, bajo un régimen que restringe su movilidad, silencia sus oraciones y les niega el acceso a sus lugares más sagrados.

Esta fue la segunda vez consecutiva que las celebraciones fueron severamente restringidas, debido al régimen de ocupación israelí. El acceso a Jerusalén Este continúa siendo estrictamente controlado bajo un sistema de permisos discriminatorios y profundamente politizados. Incluso cuando se conceden permisos, pueden ser revocados arbitrariamente o anulados sin explicación, convirtiendo lo que debería ser una garantía de libertad religiosa en un instrumento de control sobre el movimiento, el culto y la presencia palestina en Jerusalén, incluso durante los días más sagrados del calendario cristiano.

Los portavoces de la ocupación suelen justificar estas restricciones con vagas referencias a la “seguridad”, pero la realidad es profundamente política. El objetivo no es la seguridad, sino el control político y la negación sistemática. Al negar el acceso tanto a cristianos como a musulmanes palestinos, Israel está reconfigurando activamente la identidad demográfica, cultural y política de Jerusalén, particularmente en Jerusalén Oriental y la Ciudad Vieja, que poseen un profundo significado histórico, religioso y nacional para el pueblo palestino. Jerusalén Este no solo alberga algunos de los lugares más sagrados del cristianismo y el islam, sino que también es concebida por los palestinos como la capital de su futuro Estado. Las restricciones constantes, los regímenes de permisos y las barreras físicas buscan desvincular a los palestinos de su centro sagrado y político. La negación del derecho a la libre circulación no es solo una violación del derecho internacional: es un acto de ingeniería ideológica dirigido a borrar la presencia y la soberanía palestinas en el corazón mismo de la ciudad.

Los cristianos palestinos no son reliquias del pasado. Son un testimonio vivo de la identidad multirreligiosa y multicultural de Palestina. Su lucha bajo ocupación no es únicamente por sobrevivir, sino por mantener su dignidad, su continuidad histórica y su derecho a la autodeterminación. La negación de su acceso a Jerusalén no es solo una ofensa espiritual: es un acto calculado de borrado cultural y político. Envía un mensaje claro: la ocupación israelí no busca solo controlar la tierra y las fronteras, sino también dominar la memoria, la identidad y el alma misma de la Ciudad Santa.

Esta columna fue publicada originalmente en el sitio de El Ciudadano.