Columna de opinión de la Embajadora del Estado de Palestina en Chile, Vera Baboun
Un punto de inflexión en Nueva York: los reconocimientos convergen mientras la ocupación persiste
22 septiembre 2025 – Biobiochile.cl
Un punto de inflexión en Nueva York: los reconocimientos convergen mientras la ocupación persiste
La elección es clara: normalizar la impunidad y la crisis perpetua, o fundamentar la paz en derechos y ley. Lo que se decida en Nueva York no solo será registrado por la historia; marcará su rumbo.
El impulso hacia el reconocimiento del estado palestino se ha acelerado. El Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal reconocieron al Estado de Palestina el 21 de septiembre de 2025, uniéndose a los reconocimientos de 2024 por parte de España, Irlanda, Noruega, Eslovenia, México, Armenia, Jamaica, Barbados, las Bahamas y Trinidad y Tobago.
Con ello, el número total de países que reconocen al Estado de Palestina asciende a 153 de los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas. En los primeros días del 80° Debate General de la Asamblea General de la ONU, el 22–23 de septiembre de 2025-, se espera que se sumen otros más, entre ellos Francia, Bélgica, Malta, Luxemburgo, San Marino y Andorra. En conjunto, estos pasos señalan un cambio decisivo en el consenso internacional, convirtiendo al reconocimiento en una vía tangible hacia la membresía plena en la ONU y una paz justa basada en el derecho.
El reconocimiento es una reafirmación de los derechos inalienables y legales del pueblo palestino, protegiendo así la solución de dos Estados frente a las graves amenazas que suponen los continuos crímenes de genocidio, hambruna, desplazamiento forzado y anexión cometidos por las autoridades de la ocupación contra nuestro pueblo.
En consecuencia, estas decisiones dan impulso a los esfuerzos regionales e internacionales—liderados por el Reino de Arabia Saudita y la República Francesa— para implementar la Declaración de Nueva York, lograr el cese inmediato de las hostilidades, resolver el conflicto por medios políticos y negociados, y restituir la primacía del Derecho Internacional en la búsqueda de la paz por encima de la primacía de la fuerza.
Estos reconocimientos no solo son oportunos, sino también transcendentales, pues transforman el principio en política y amplían el consenso internacional en torno a un marco de dos Estados sustentado en derechos y no en palancas de presión. Ahora deben corresponderles pasos concretos: un alto al fuego sostenido; acceso humanitario sin trabas y protección de los civiles; la suspensión de la expansión de asentamientos y de la anexión territorial; una rendición de cuentas conforme al Derecho Internacional; y un proceso político con plazos que culmine en la membresía plena de Palestina en la ONU mediante recomendación del Consejo de Seguridad y admisión por la Asamblea General.
A setenta y siete años del inicio de una Nakba que persiste, cincuenta y ocho años de ocupación israelí continua y dos años de un genocidio aniquilador en Gaza —junto a las medidas de anexión y limpieza étnica en curso en Cisjordania— la ocupación israelí se mantiene impune, sin control ni mecanismos efectivos de rendición de cuentas. Y aun así, el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a su propio Estado sigue siendo rechazado en algunas capitales, pese al creciente consenso internacional de que un estado palestino soberano es indispensable para lograr una paz justa y duradera.
En “un llamado a situarse del lado correcto de la historia, posibilitando la autodeterminación del pueblo palestino y reparando las injusticias del pasado”, el 21 de septiembre de 2025 el Ministerio de Asuntos Exteriores de Palestina instó a los países que aún no han reconocido al Estado de Palestina —principalmente Estados Unidos— a dar este paso. Tal reconocimiento sería coherente con el Derecho Internacional y la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia.
Mientras el reconocimiento internacional avanza, la ocupación israelí en Gaza y Cisjordania intensifica su empeño por borrar a Palestina y a su pueblo. La situación en la Ciudad de Gaza ha sido descrita como “nada menos que cataclísmica”: al tercer día de la ofensiva terrestre, tanques y tropas irrumpieron en barrios densamente poblados bajo bombardeos constantes. Al menos 450.000 personas fueron nuevamente desplazadas y bloques residenciales colapsaron hasta los escombros. En Cisjordania, el primer ministro israelí impulsó el plan E1, afirmando: “No habrá Estado palestino”.
A pesar del histórico impulso de los reconocimientos, la diplomacia multilateral enfrentó un obstáculo significativo: Estados Unidos se negó a expedir visados a la delegación palestina para participar del 80° Debate General de la Asamblea General, en contravención del Acuerdo de la Sede de la ONU. Sin embargo, la Asamblea afirmó el derecho del presidente Mahmoud Abbas y de su delegación a dirigirse a las reuniones virtualmente, de modo que los dobles raseros no acallarán a la representación palestina.
Resulta impensable creer que Netanyahu – quien mantiene una orden de prisión por parte de la Corte Penal Internacional- asistirá, mientras que al presidente Abbas se le niega la entrada en medio del genocidio, el desplazamiento y la hambruna de su nación. ¿No fueron las Naciones Unidas creadas para garantizar la igualdad de voz, el acceso igualitario a sus deliberaciones y la simetría de dignidad conforme al Derecho Internacional?
En la 80ª Asamblea General de la ONU en 2025, la Cuestión Palestina adquiere un impulso histórico: los reconocimientos convergen y crece la alineación en torno al derecho, la rendición de cuentas y un horizonte político creíble. La paz no es gestionar la ocupación, sino ponerle fin: un fin anclado en derechos, seguridad y legalidad. La paz no significa negación ni anulación, sino reconocimiento, justicia e igualdad.
La elección es clara: normalizar la impunidad y la crisis perpetua, o fundamentar la paz en derechos y ley. Lo que se decida en Nueva York no solo será registrado por la historia; marcará su rumbo.